11 marzo 2012

MINTIÉNDOLE A LA VERDAD (CAP III)

CAPITULO III : UNA TRISTE DESILUCION 
Por  Roberto Mandujano Arias


Hoy sentado en mi consultorio, luego de 8 años de haber dejado la universidad, empecé a escribir lo vivido durante todos estos años. La literatura se había convertido en mi mejor compañía durante los días de soledad. Libros como “Poeta en New York” de Federico García Lorca y “Utopía” de Tomas Moro habían hecho brotar mi lado literario. 

Los días en la universitaria habían marcado hondamente en mi vida. Necesitaba escribir sobre ello. Y digo “marcaron mi vida”, no por los grandes amigos que conocí, sino por algo que sucedió ahí…… 

Era un día con mucha lluvia en las calles de Lima, el fuerte frió hizo que llegara a casa muy temprano. El espejo que estaba cerca de mi cómoda se había convertido en el gran jurado, verificaba las palabras adecuadas que debía de decirle. La tarjeta donde expresaba todos mis sentimientos estaba revisada al más mínimo. Quería impresionarla. Era el momento adecuado, ella ya no confiaba más en él, y dijo que le terminaría. Era mi oportunidad y no la podía dejar pasar. 
A pesar de ser un día con mucha lluvia y fuerte frió me levante muy temprano, aliste mi mejor ropa y salí para la universidad. La angustia me abordo durante toda la clase de genética. El profesor Saavedra había terminado, era hora de un receso. Ella salió, la seguí. Se dirigía a la cafetería. Era el momento adecuado, el lugar estaba casi vacío y ella estaba sentada sola en una de las mesas. El destino estaba de mi lado. 
Camine hacia su mesa. Me invito a sentarme. Todo salía bien. Dos tazas de café acompañaron nuestra plática. Era la hora, saque la tarjeta del bolsillo y puse las manos sobre la mesa. Todas mis palabras salieron exactamente como las había preparado. No había duda. El beso seria mío. 
Una asombrada mujer, se dibujo en frente mío. “Esto no puedo ser Rodrigo, yo te considero como un hermano. Lo que me dices es un imposible”. Luego, ella tomo mis manos y con mucha tranquilidad dijo: “No te preocupes, esto a veces sucede”. Mi rostro quedo por unos minutos sin expresar nada. Sin sonrisa y sin llanto. 
Ella se paro y dijo: “Volvamos a clase, el profesor ya debe estar ahí”. La seguí. La clase de psicoanálisis ya había empezado. Durante toda esa hora pensé sobre aquel momento. Quizá debí decir algo y poder convencerla que lo nuestro si tenía sentido. Pero ya era tarde, había perdido la oportunidad. Ella me había dejado todo en claro. 
Me despedí muy rápido de todos al culminar la clase. El trayecto a casa, estuvo lleno de lágrimas. En mi casa nadie noto, mi malestar. Sólo las paredes de mi cuarto fueron testigos del sufrimiento y dolor de aquel día. 
El despertador sonó. Eran las 11 de la mañana, el sábado parecía ser un día domingo. Las calles llenas de lodo y barro, el fuerte frio de las calles habían empujado a las personas a permanecer en sus casas. El dolor aun seguía en mí. Un mensaje en el celular, llamo mi atención mientras leía a Tomas Moro. Era ella. “Perdón si te hice sentir mal. Lo que paso ayer quedara entre nosotros como un secreto. Cuídate”. Al menos estaba seguro de que nadie más sabría sobre nuestra plática.
Durante los días siguientes muchas cosas habían cambiado. El estudiar juntos en la biblioteca después de las clases y las visitas al voluntariado de Lima, habían desaparecido lentamente. Todo iba quedando sólo para el recuerdo. 
Solo tuvieron que pasar cuatro semanas, para que ella logre enamorarse del nuevo compañero de clases. Este era un joven muy distinto a su anterior enamorado. Era culto y amante de la pintura. Su llegada a la facultad fue todo un suceso. En pocos días había logrado desplazar a Raúl del primer lugar. 
Ambos fueron bautizados por la mayoría de sus amigas como la pareja ideal. Las muestras de amor eran evidentes durante las horas de clases y también fuera de ellas. La incomodidad de su primer enamorado no se hizo esperar. Él aun la amaba y hacia lo imposible por recuperarla. Pero el juego estaba perdido, ella no lo quería más. Los pasadizos de la facultad habían sido testigos de grandes discusiones y peleas entre ellos tres.

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